¿Lealtad con quién?
Hay una especie que vienen difundiendo diversos voceros del toledismo sobre mi persona y que es preciso aclarar para que la opinión pública se forme su propio juicio. Se dice que fui desleal con Alejandro Toledo porque luego de haber renunciado a formar parte de su gobierno he criticado con dureza su conducta política. El asunto nos lleva a un tema crucial: ¿hacia quién es la lealtad política?, ¿hacia una persona o hacia la propuesta programática que se lleva adelante? Ambas cuestiones están muy relacionadas porque las propuestas, sobre todo en nuestro país, las encarnan en personas. Sin embargo, cuando sucede que los líderes abandonan sus propuestas, como ha sucedido en muchísimas partes, hay quienes señalan la discrepancia y se apartan del movimiento y/o gobierno.
Fui ministro y luego consejero presidencial durante el gobierno de Toledo y me siento orgulloso de ello. Entré en condición de aliado en un gabinete que en ese momento se denominó de “todas la sangres”. Lo hice por la promesa de campaña de Toledo de que continuaría la transición a la democracia iniciada por Paniagua y haría modificaciones, que prometió importantes, al modelo neoliberal, Nada de eso cumplió. El país es testigo y lo castigó en la época con los bajos índices de popularidad que recordamos. Creo que serví con lealtad a un presidente y a un gobierno. Pero, por esa misma razón, cuando las discrepancias se hicieron insalvables renuncié y me alejé de ambos, recuperando mi independencia política. Mi renuncia fue por escrito, y en ella constaba mi agradecimiento al Presidente pero también las razones de mi alejamiento. Luego di varias entrevistas y escribí muchos artículos en los que me explayé sobre mis diferencias.
¿Qué es lo que debe dominar entonces en la lealtad política: el vínculo con la persona o con la propuesta? Creo que con la propuesta y, por esa vía, con el país. Porque de eso se trata en la política democrática: de prometer determinadas cuestiones y cumplirlas, o por lo menos dar lo mejor de uno para cumplirlas. Eso fue lo que creo que Toledo no hizo. Lo contrario, creer que la lealtad es solo a la persona es un concepto señorial propio de la sociedad oligárquica, donde los individuos valen por sus apellidos o por sus relaciones pero no por sus logros personales o colectivos a favor de la sociedad, la política o la nación.
Por último, y quizás lo más importante: esta lealtad suprema con los demás es lo que nuestro pueblo nos reclama. Los mandones pasan pero la patria queda y es a la que nos debemos.
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